Lo que comenzó como la ilusión de una dulce espera terminó convirtiéndose en una de las pruebas más duras que la vida podía poner en el camino de Laura Mahon, una mujer británica de 31 años, que al principio atribuyó sus molestias físicas al embarazo, sin sospechar que su diagnóstico sería devastador: un tumor cerebral con pronóstico terminal.
Una confusión que cambió su vida
Durante los primeros meses de gestación, Laura comenzó a experimentar síntomas que no le resultaban alarmantes, pues asumió que formaban parte del proceso normal de su embarazo. Sin embargo, cuando notó que no podía mover los dedos de los pies, decidió acudir a un especialista.
Fue entonces cuando los médicos le confirmaron que padecía un glioma, un tipo de cáncer cerebral agresivo. La noticia no solo la golpeó a ella, sino también a su esposo, Danny, quien la acompañaba en ese difícil momento.
«Nos dijeron que, probablemente, solo me quedaba un año de vida. No podía dejar de pensar en mi hija, que aún no había nacido, y en todo lo que me perdería si esa predicción se cumplía», relató Laura al medio británico Wales Online.
Una decisión entre la vida y la maternidad
El diagnóstico llegó cuando Laura tenía pocas semanas de embarazo, y los médicos fueron claros: iniciar un tratamiento oncológico podría poner en peligro la vida de su bebé. Ante ese panorama, la pareja se enfrentó a una de las decisiones más desgarradoras.
«Mi vida o la de mi bebé. Al final, decidimos esperar todo lo posible para que Sienna tuviera una oportunidad de nacer sana», explicó la joven madre.
A medida que avanzaba el embarazo, su estado de salud empeoró notablemente. Pérdida de sensibilidad, limitaciones motoras y dificultades para caminar se sumaron a la espera, hasta que a las 30 semanas, los médicos optaron por realizar una cesárea de emergencia.
Sienna llegó al mundo 10 semanas antes de lo previsto, pero con su nacimiento, Laura finalmente pudo iniciar el tratamiento.
Una batalla contra el tiempo
Pese al esfuerzo médico, las opciones se fueron agotando. Las primeras terapias de quimioterapia y radioterapia no lograron frenar el avance del tumor, y a finales de 2024, la situación empeoró drásticamente: Laura sufrió más de 50 convulsiones en apenas tres días.
«Después de ese episodio, nos dijeron que ya no había nada más que pudieran hacer. El tumor había crecido demasiado y mi hígado no resistiría más quimioterapia,» relató con entereza.
A partir de entonces, Laura y su familia han enfocado sus energías en crear conciencia sobre el cáncer cerebral y acompañar a otras personas que enfrentan diagnósticos similares.
¿Qué es un glioma y cuáles son sus síntomas?
Los gliomas son tumores que se desarrollan a partir de las células gliales, responsables de apoyar y proteger las neuronas en el cerebro y la médula espinal. Dependiendo de su tipo y ubicación, estos tumores pueden afectar funciones vitales y provocar una amplia variedad de síntomas.
Algunos de los síntomas más comunes incluyen:
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Dolores de cabeza persistentes.
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Náuseas o vómitos.
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Dificultades de memoria o concentración.
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Cambios en la personalidad.
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Pérdida de visión o visión doble.
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Convulsiones, especialmente en personas sin antecedentes.
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Problemas en el habla o dificultad para articular palabras.
Un legado de fortaleza y conciencia
Aunque el pronóstico para Laura no es alentador, ha decidido dedicar sus días a visibilizar su experiencia y a apoyar a fundaciones que trabajan en la investigación de tratamientos más efectivos contra los gliomas.
«Si mi historia puede ayudar a alguien a identificar los síntomas a tiempo, entonces todo este dolor tendrá un propósito,» afirmó.
